Tiene 8 hijos y abrió un merendero en su casa del barrio San Rafael

by Sabrina Garcia | 20 octubre, 2019 12:01 am

Son las cuatro de la tarde de un miércoles y Rosana Benítez (47) empieza a baldear el patio delantero de su casa. Su hija Ivana (28), mientras tanto, corta el bizcochuelo y prepara la leche. Juntas tienden el mantel y acomodan cuidadosamente los platos sobre la mesa. Es que desde temprano, los chicos del barrio San Rafael, en San Fernando, tocan la puerta de la casa de Madero 2300 y preguntan: “¿Hoy hay merendero?”.


Hace un año y medio, entre mate y mate, a Rosana le surgió la idea de realizar un merendero en su hogar, donde vive con sus tres hijos menores Giuliana (13), Dante (10) y Bastián (5): “No dudé un segundo en hacerlo. Soy una madre que tiene ocho chicos y estoy acostumbrada. Hay tantos que andan por la calle solitos que necesitaba hacer algo. Por lo menos para que no tengan la panza vacía”, explica tan simple y directo la mujer que hizo de su patio un lugar de contención llamado “Luz Milagros”, en memoria a una de sus hijas.

Al principio, cuenta, recibía a 10 nenes. Pero las necesidades y el esfuerzo llevaron esa cifra a 25, que asisten los lunes, miércoles y viernes. Allí, entonces, de 17 a 18, el espacio se llena de juegos y risas.

Rosana cuenta que los vecinos son muy solidarios, la paran en la calle para ofrecerle comida y ropa para quien lo necesite. Pero, sobre todo, en su familia la colaboración es moneda corriente y recibe el apoyo de sus hijas mayores para llevar adelante el merendero: Ivana atiende a los pichones y organiza bingos para entretenerlos, y Florencia (30) recolecta las donaciones. “Yo los crié así a los ocho. Siempre fueron muy solidarios”, confiesa con un quiebre en su voz de la emoción.

Ivana, orgullosa, toma la palabra. “Siempre fue mamá soltera y se la rebuscó sola. Es una luchadora. Nos incentivó a estar unidos y a ayudar al resto”, comenta orgullosa. Y continúa: “Aunque en el merendero está en el detrás de escena, en el barrio la conocen todos”. Es que resulta frecuente encontrarla en la cocina mientras ceba un mate y mira por la ventana las sonrisas generosas de los pequeños visitantes mientras toman la merienda.

Además del tiempo dedicado a su gran familia y al comedor, cocina doble jornada, de miércoles a domingos, en una parrilla muy concurrida de la zona. Allí también se las ingenia para conseguir comida para “Luz Milagros”. “Cuando puedo me llevo pan y facturas para comer a la tarde entre todos. Y las veces que sobra comida se la doy a los vecinos que necesitan”, asegura esta madre que no desperdicia ni una oportunidad .

Mientras habla de la iniciativa no puede olvidar cuando hace unos años su hija mayor Eliana (32) llevaba de la mano a sus hermanos para ir a un comedor cercano y conseguir un plato caliente. “En aquella época, con un maple de huevos y una bolsa de papa, mamá nos hacía tortilla y éramos felices”, recuerdan con nostalgia quienes heredaron la pasión por la cocina de su madre. Con el tiempo serían ellas las que ofrecerían a decenas de personas aquella vianda tan esperada, que llena la panza y el corazón.

Aunque el espacio sea reducido, Rosana trata que todos estén cómodos. Como con la lluvia no pueden hacer los encuentros porque las gotas entran por las ranuras del techo de chapa, según cuenta, está esperando cobrar el aguinaldo para comprar una lona que cubra la estructura.

Cuando tiene un rato libre se junta con la familia y recarga energías. Ellos son su gran motor. Al abrir las puertas los nietos se le avalanchan con un abrazo. “Me reciben como en una fiesta, tienen locura por mí”, afirma la vecina de San Rafael.

Fuente: Clarín

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