Aeropuertos sin controles ni barreras

Claudio Savoia*

Si no fuera siniestro, hasta podría sonar gracioso: a fines de 2005, cuando Néstor Kirchner aún lucía como un transgresor que luchaba por levantar al país de las ruinas morales y económicas pos 2001, el escándalo por el tráfico de drogas en aviones de la firma Southern Winds lo hizo tambalear. En esos mismos aparatos el entonces candidato presidencial había recorrido el país durante su campaña en 2003.

La reacción fue inmediata: Kirchner le echó la culpa a la Policía Aeronáutica –una dependencia de la Fuerza Aérea que controlaba los aeropuertos– y creó una nueva fuerza de seguridad que nacería limpia de todos los pecados. Así nació la Policía de Seguridad Aeroportuaria, con los mejores hombres, recursos y el paraguas protector de una ley que les daba a sus agentes amplios poderes para controlar e intervenir en oficinas, pistas y hangares de todos los aeropuertos.

Pero la espuma duró poco: el 2 de enero de 2011, la guardia civil española detuvo en Barcelona a Gustavo y Ricardo Juliá, hijos del brigadier José Julia, con 900 kilos de cocaína escondidos en un avión de uso sanitario perteneciente a su empresa Medical Jet. Habían partido del aeropuerto de Morón, sin que nadie los moleste. Pero el año anterior operaron desde el aeródromo de San Fernando, en cuya pista embarcaron tres vuelos con cocaína que la policía española dejó pasar a la espera del cargamento mayor. Ese mismo aeropuerto usó Martín Báez en sus copiosos viajes a y desde Río Gallegos el día en que vino a Buenos Aires a contar millones de dólares en La Rosadita. El avión que usó lo había comprado su papá Lázaro en 2007. A la firma Medical Jet.

* Claudio Savoia. Periodista. Editor de Política y Judiciales de Clarín. En Twitter @claudiosavoia

Nota publicada en Clarín