ENTREVISTAS
“Aquí la ´tranquilidad´ no es un slogan vacío de contenido”

Por Sabrina García
Se conocieron casi por casualidad. Cada uno por su lado traía sus mochilas cargadas de historias. Llegaron desde Capital buscando, tal vez, algo de paz. El río les dio algo más que abrigo, cruzó sus caminos y con mucho esfuerzo comenzaron a echar raíces.
Fernando y Alejandra se conocieron en algún río del delta del Paraná. Su historia, cargada de anécdotas, encuentros y desencuentros es atrapante, como lo es el paraíso que han construido para vivir y para recibir a aquellos turistas ávidos de nuevas aventuras.
La lancha colectiva de pasajeros sale de la Estación Fluvial de Tigre. Desde allí y al cabo de una hora de navegación, el paisaje y el micro clima van adaptando al turista a un nuevo escenario. El río, la frondosa vegetación, el lugareño que saluda, el sonido de los pájaros son postales de un paseo por el Delta.
¿Qué es Quinta Esperita?
Es nuestro hogar. Desde hace veinte años vivimos en una casa isleña de principios del siglo XX que está sobre un terreno de 8 hectáreas, con quinientos metros de frente al arroyo. Es una vieja quinta productiva que escapó de los loteos de los años 60, 70, 80 y 90 s. Esto la transforma en un lugar de esos que prácticamente ya no existen más en la Primera Sección de Islas, en donde todo fue parcelado. Aquí tenemos dos cabañas y una casa, separadas entre sí por cien metros de distancia, que ofrecemos para que el visitante pueda hospedarse.
¿Cómo surge la idea de este microemprendimiento?
Cuando llegamos a la isla tuvimos que reinventarnos porque los dos veníamos de Buenos Aires con distintas profesiones y oficios. A pesar de conservar, de alguna forma, nuestras actividades hubo que ponerse a trabajar “de isleños” para recuperar un lugar que estaba devorado por el monte y reconstruir nuestra casa, abandonada por décadas. Emprendimos actividades muy isleñas que tenían que ver con los cortes de pasto, el mantenimiento de casas de fin de semana, la construcción…. Alejandra dio cursos de alfabetización para adultos en las escuelas de islas, por ejemplo. Cierto día, de tanto reparar y construir casas, decidimos armar nuestra primer cabaña. Luego llegaron las otras dos.
¿Cuál es la mirada que tienen sobre el turismo regional? ¿Qué promueven desde su microemprendimiento?
El turismo regional es muy estándar. La vuelta del perro a bordo de las lanchas de las mismas compañías de siempre, cientos de viajantes que ven todo a través de una ventana pero no dejan un centavo en las islas. Un tipo de turismo que va en detrimento de la vida del isleño porque las marejadas destrozan las costas, los muelles, las estacadas y los nervios de todos.
Están también los emprendimientos top que ofrecen al turista una suerte de paraíso artificial con piscinas, spa, yacuzzis, etc., muy alejados de la realidad del Delta. En estos casos la gente viene a lugares que fueron creados con una mirada continental en la que prácticamente no hay interacción con la isla auténtica. Se rellenaron los terrenos suprimiendo el humedal para evitar inundaciones, por ejemplo. Hace diez años hubo tal movimiento de tierra en el Carapachay que los carpinchos huyeron de su hábitat y comenzaron a aparecer por las costas. Muchos fueron cazados o muertos por los perros. En otras ocasiones los perros fueron atacados por ellos.
Otro suceso relativamente nuevo tiene que ver con que todo el mundo se decidió por hacer cabañas. Muy típico del argentino, dirigirse en manada para secar el pozo de agua. Es gente que pudo haber comprado un coche para hacer remises o emplazado un Parripollo en Quilmes. Se hicieron cabañas en espacios mínimos. Allí la gente convive en espacios reducidos y compartidos. En este caso sucede una cosa, el emprendimiento no es sustentable. Y esto va más allá de asuntos ambientales que tienen que ver, además, con la contaminación. Si vos llenás de gente un lugar eso modifica la vida del isleño y del tradicional dueño de una casa de fin de semana. Se escuchan ruidos, música, la gente –por falta de espacio- busca tranquilidad en los muelles vecinos, invade sus parques…. Eso no es sustentable, porque más allá de las cuestiones ambientales, como te dije antes, la sustentabilidad tiene que ver también con el impacto social. Si de golpe metés diez cabañas y cincuenta personas en un lote terminás molestando al vecino.
¿Cuál es la diferencia entre Quinta La Esperita y otros complejos de cabañas que hay en la zona?
La primera diferencia es que no somos un complejo, ni lo queremos ser. El método del complejo no resulta beneficioso como te expliqué antes.
Nosotros no somos premeditados con el cuidado del lugar, simplemente tenemos sentido común. Vivimos tranquilos en una quinta muy grande, en donde hay solo tres cabañas distribuidas en ocho hectáreas. Es un arroyo profundo pero con muy poca navegación. Aquí la “tranquilidad” no es un slogan vacío de contenido como el que se utiliza habitualmente para vender al Delta. Es real y pretendemos que lo siga siendo por eso intentamos pasar desapercibidos dentro del entorno. Acá hay tan poco movimiento humano que podés encontrarte con una tortuga, una nutria, un lobito de río o un carpincho en cualquier momento. Por otra parte el lugar es refugio de muchas aves que se instalan escapando de las “urbanizaciones” isleñas actuales.
Nuestras cabañas están muy completas pero a la vez son sencillas. Tienen calefacción, aire acondicionado, Direct, agua caliente, etc. No tenemos WI FI…. Y el que viene no lo pide!
Básicamente los valores mas importantes que tenemos son el espacio natural, el silencio, la tranquilidad, el monte, los bichos y un arroyo muy increíble para nadar.
¿Qué buscan los turistas que llegan al Delta?
Muchos de los que llegan al Delta lo hacen confundidos por la publicidad. Es poca la gente que comprende a que tipo de lugar está viniendo. La realidad es que ésta es una zona inundable, una selva a veces impenetrable, hay mosquitos y también barro. Es un lugar hermoso pero que presenta muchas dificultades para que el hombre pueda adaptarse. Por eso, los prestadores turísticos, necesitan mentir o esconder la realidad natural y social del lugar para seguir vendiendo. Recuerdo que hace unos años, durante una reunión de turismo, muchos de los presentes se negaban a que hiciéramos movidas por la contaminación del Reconoquista porque se iban a ver a afectados sus negocios. Eso es despreciable. Si vos privilegiás tu guita por sobre cuestiones tan dramáticas te estás equivocando y puede ser que te termine yendo mal.
Por suerte los que llegan a nuestras cabañas saben lo que están buscando y comprendieron a través de los textos que acompañan a las fotos como es nuestra propuesta.
¿Qué encuentran los visitantes que se alojan en sus cabañas?
La mayoría de los que vienen encuentran más de lo que esperaban. Porque la gente es reticente y ha sido engañada muchas veces. Por lo general cuando llegan, luego de haber viajado en la colectiva y de haber visto una casa pegada al lado de la otra a lo largo del recorrido, se dan cuenta de que encontraron lo que buscaban: No gente, no ruidos de motores, solo los pájaros, el monte, el arroyo y nuestras gallinas que andan dando vueltas.
¿Cómo se puede generar un emprendimiento productivo sin impactar negativamente en el ecosistema?
En una región como esta lo principal para cuidar el ecosistema es no tener ambiciones y ser respetuoso. Si sos ambicioso y tenés dinero podés hacer un desastre, secás el pajonal, construís indiscriminadamente, haces un salón de fiestas para 600 personas y la música se escucha a 10 kms, generás una cantidad de basura importantísima, no hay sistema de desagües ni cloacas que resistan, como sucede en el “Spa” del Carapachay o en otros emprendimientos del Espera.
Si sos medio pelo y tenés unos mangos también podés ser ambiciosos y detrás de tu propia casa de fin de semana –que compraste para escapar eventualmente de la ciudad y encontrar tranquilidad- podés hacer cinco cabañas con consecuencias similares a las que provocó el adinerado. Hay mucha gente que acostumbraba a venir los fines de semana y terminó haciendo unas cabañas detrás su casa. Se trata muchas veces de personas que no se involucran con el lugar, que no están en la isla, no conocen a la gente que viene a su casas, etc. En este caso alquilar las cabañas se convierte en una “entradita” más y, a veces, atentan contra la economía del que está en el lugar poniéndole el hombro a la isla.
A lo mejor no afectás la geología, pero producís deshechos, desagües sanitarios, malos olores, ruidos molestos o de pronto te encontrás a los visitantes en los parques y muelles ajenos o sacándole fruta o flores del jardín a los isleños. Eso no es sustentable.
¿Cuáles son los principales desafíos para gestionar un microemprendimiento de estas características?
En un lugar como este el principal desafío es pasar desapercibido dentro del entorno social y natural. Luego de esto es importante decirle la verdad a la gente respecto de lo que va a encontrar cuando llegue al arroyo. Hay un gran caudal de personas que está buscando espacios auténticos como el nuestro y realmente hay muy pero muy pocos que hayan escapado de la ambición del “prestador turístico”. Te vuelvo a repetir, hay lugares con 30 mts de frente por 80 de fondo en el que tenés diez cabañas. Nosotros tenemos 3 en 8 hectáreas. Podríamos llenar el lugar de cabañas porque, encima, las construimos nosotros! No ganaríamos nada más que los mismos problemas por los que abandonamos la ciudad hace 20 años.
(*) Más datos sobre las cabañas de Quinta Esperita aquí: http://quintaesperita.wix.com/delta