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El caso Melina Romero y la reflexión de un lector

El caso Melina Romero y la reflexión de un lector

El 23 de agosto Melina Romero fue a bailar y a festejar su cumpleaños número 17 al boliche “Chankanab”, ubicado en la avenida Juan Domingo Perón 3347, de San Martín. Nunca más volvió.

Frente a la noticia de la desaparición de la menor, la información, la cobertura periodística y las opiniones vertidas vulneraron derechos. Nuestro lector Jorge Carlos Barberini nos quiso aportar una reflexión al respecto que reproducimos a continuación.

 

All Things must pass

Por Jorge Carlos Barberini

Reflexión ociosa que muy probablemente no conduzca a nada

Cosas que me disparan, tengan que ver o no, la “reflexión” de un lector de un matutino porteño sobre la desaparición y asesinato de una chica de 17 años.

Primer acto

Meses atrás fui a buscar a mi mujer a uno de sus trabajos, muy cerca de Libertador y General Paz, y como no teníamos ganas de ir por Panamericana decidimos volver a San Fernando por la “avenida del bajo”, escenario de muchas de mis aventuras juveniles.

Mientras manejaba por la zona de Olivos y La Lucila se me ocurrió pensar en voz alta acerca de cómo había cambiado el paisaje en los 35/40 años transcurridos desde aquellas épocas en las que frecuentaba la zona, y en qué sentido lo había hecho, y que ese cambio estaba muy a tono con la evolución no sólo de la avenida si no de la sociedad occidental (la argentina pero también mundial), tan lejos de los propósitos, sueños y expectativas de nuestra juventud.

Segundo acto

Pocos días después del episodio anteriormente relatado encontré una imagen que me impresionó profundamente: una serie de fotos de la cubierta del primer gran disco solista de George Harrison, el monumental All Things must pass (Todas las cosas deben ocurrir/suceder/pasar) que iban desde la imagen original en blanco y negro de Harrison rodeado de gnomos (¿Beatles?) en los jardines de la casa de Friar Park, siguiendo con la misma imagen coloreada al estilo de las viejas láminas y postales, a mano, y una sucesión de la misma en la que iban apareciendo edificios y construcciones, para finalizar con la irrupción de una autopista, rascacielos y aviones que transformaban el paisaje original en una suerte de infierno del que huir parecía ser lo más conveniente. En un primer momento pensé que se trataba de una “intervención”, eufemismo que suele utilizarse para denominar piadosamente a la vandalización de alguna imagen clásica o icónica, pero para mi sorpresa (o no) resultó que se trataba de la portada de una edición aniversario de la obra en cuestión, que las imágenes reflejaban aproximadamente el estado actual de los jardines de Friar Park y que la intención de los artistas (y del propio Harrison) había sido reflejar el desaliento que les provocaba el sentido y la dirección que había tomado el mundo desde los 60 a la actualidad.

¡Caramba, que coincidencia…!

Tercer acto

No soy de ver mucha tv, mucho menos noticieros. Ni siquiera tengo cable. Este mediodía, luego de terminar con el consultorio, fui a hacer un domicilio y en esa casa tenían puesto un “informativo” (vaya antigüedad) en el que se veía una toma de la cámara de “seguridad” (?) donde aparecía la chica – Melina-, en la vereda del boliche en el que desapareció, VIVA, caminando unos pasos para acá y para allá, poco antes de que la mataran. No tengo el menor empacho en confesar que sentí como una descarga eléctrica, se me hizo un nudo en la garganta y casi me pongo a llorar ahí mismo cuando por un brevísimo instante se me ocurrió que era posible meterse en la tv y sacarla de ese lugar, avisarle lo que le esperaba, torcer su destino.

Conclusión

Insisto, no tiene mucho que ver, pero todo esto es lo que me puse a pensar luego de ver estas imágenes y leer el “desafortunado” comentario de un lector común y silvestre de un diario argentino. ¿Qué carajo pasa por la cabeza de un sujeto que asume que “está bien” que a una chica de 17 años la maten a golpes, y que la remata diciendo que “al mirarla lo justifica aun más”, porque “vale menos que una moneda de 10 centavos”? ¿Qué clase de persona es ese tipo? ¿Me lo cruzaré por la calle, seremos vecinos, comprará a lo mejor el pan en el mismo negocio que yo, le gustará la misma música que a mí?.

Acá termina mi ociosa reflexión. No sé por qué se me dio por juntar una cosa con otra, no quiero intentar una explicación de estos hechos ni estoy calificado para hacerlo, ni siquiera sé cómo manejarlos.

Simplemente se trata de expresar mi perplejidad ante una manifestación más de la evolución que sigue nuestra sociedad, tan alejada de los propósitos, sueños y expectativas de mi juventud.


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