OPINIÓN
Mercados itinerantes: un clásico siempre vigente para las compras diarias
Por Rocío Ceccotti Ponte*
Desde hace más de cincuenta años estos mercados se desplazan a través de los diferentes barrios de San Fernando. Siguen contando con los clientes de siempre y suman cada vez más adeptos. ¿Cuál es el encanto que hace que su esencia no marchite con los años?
Quintana e Italia, Virreyes. Nueve de la mañana del jueves santo y más movimiento en la calle que en una feria de las colectividades. La mayoría de los que dicen que cuesta encontrar un lugar en donde comprar productos frescos, no sabe de la existencia de la feria. Fruta, verdura, ropa interior y de cama, galletitas, fiambrería, mercería, pescadería y hasta ferretería. Todo en dos cuadras.
– ¿Alguien quiere un mate? – ofrece la chica de delantal verde a la variada cantidad de mujeres que hace la cola en el puesto de la fruta de Nico. Iba a la feria con mi abuela, después con mi mamá y ahora sola. Y siempre estuvo Nico ahí, Nico que labura de esto desde los nueve y ya anda por los sesenta y pico. Él, siempre con una sonrisa, un chiste y la amabilidad que nos recuerda qué hay cosas que no pasan de moda. “¿Están ricas las peras?” pregunta la señora de pelo corto y campera bordó, y él saca el cuchillo de su delantal, toma una pera al azar, la corta en varios pedacitos y convida a cada una de las señoras que espera su turno para ser atendida.
Nico nunca tiene problemas, ante cualquier duda toma su cuchillo y se remite a las pruebas: “estas mandarinas parecen feas por fuera, pero mira lo que son: puro jugo, una delicia” y las clientas de la cola no hacen más que asentir.
Si de productos frescos se trata, los sanfernandinos no tenemos nada que envidiarle a La Boquería, el Marché des Enfants Rouges o hasta al Mercado Campo dei Fiori; nuestros puestos se montan de imporviso y con una pintoresca elegancia en medio de calles habitualmente transitadas, llegando y yéndose con la misma habilidad. Las paredes de cajones llenos de mercadería y las mediasombras de techo delimitan cada puesto y protegen a los productos de las inclemencias del clima.
Interrumpe mi charla con Nico la bocina de un camión recolector de residuos varado en la esquina de la feria: la soga que sostenía la mediasombra no estaba colocada lo suficientemente alta como para permitirle el paso. Enseguida se juntaron los empleados de varios puestos, los muchachos del camión y un par de clientes que oficiaban de agentes de tránsito. Entre todos permitieron que el vehículo pase con éxito, no sin lograr aplausos ante tal odisea. Eso me demostró que la feria es más que un lugar de intercambio: es una pequeña comunidad.
Porque en un mercado común no le convidarían mate a cualquiera, o Nico no sabría que a esa clienta “esos kiwis no le van a gustar porque están muy maduros, le van a gustar estos que tiene reservados especialmente” o no recordaría los usos específicos de sus productos como “las dos manzanas verdes que usas para la pascualina”. Los clientes de un mercado común no se pasan recetas para cocinar las hojas de la remolacha y tampoco se indican que los pies fríos se combaten poniendo almidón de maíz a los zapatos.
Si quieres vivir un poco de esta pequeña comunidad no tienes más que acercarte por la mañana al mercado más cercano a tu casa:
- Martes y viernes: Plaza San Martín (San Fernando)
- Miércoles: Pueyrredón y Carlos Casares (barrio Fate)
- Jueves: Quintana e Italia (Virreyes)
- Sábados: Martín Rodriguez y Bolloqui (Victoria)
(*) Rocío Ceccotti Ponte. Contadora, periodista, escritora. En Twitter @esgunfia
Buenas. Que horarios tiene la feria?