ENTREVISTAS
Jorgelina Paula Molina Planas y el encuentro con su identidad

Por Sabrina García
El ambiente es muy luminoso, hay fotos y cuadros con mucho color. Me aguarda sentada en un gran sillón y con un taza con café con leche. Comienza hablando de las muestras que hizo y de cómo, a través del arte, se puede llegar a otros, a descubrir historias, de hablar de nuestra historia y la búsqueda de la verdad. Cuando le pregunto cómo fue su vida sale otra Jorgelina, sin temores abre su corazón y comienza a relatar su historia.
Quién es Jorgelina Paula?
Bueno, lo podemos hacer cronológicamente. Mi mamá, Cristina Isabel Planas, era de Paraná. En 1973 estaba estudiando arquitectura en Rosario, estaba separada de su primera pareja con quien tuvo su primer hijo, mi hermano biológico Damián. Estudiando lo conoce a mi papá y empiezan a militar juntos en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Mi papá José María Molina, él y dos de sus hermanos (Jorge y Fernando) estudiaban arquitectura. El 12 de agosto del ´74 en la Masacre de la Capilla del Rosario, en Catamarca, fusilaron a mi papá junto con 15 compañeros. En ese momento yo tenía un año y estaba junto a mi mamá de manera clandestina, sin un lugar fijo. Mi tío Jorge, también militante del ERP, muere en el ´75 en Tucumán.
En 1977 mi mamá se muda a una casa en Lanús junto con otros compañeros de militancia. Ese lugar era un Centro de Documentación, en donde hacían documentos falsos. Un día mi madre comenta que si secuestraban a Nilda (que era mi tía) lo más probable era que la próxima fuera ella. Ellas tenían un código, dejaban un frasco de shampoo en la ventana como señal de haber llegado, ese día mi mamá pasó por su casa, no vió el shampoo y avisó a sus compañeros para que se fueran. El jefe del grupo (deprimido por la desaparición de toda su familia) impidió que se fueran y mi madre le pidió a Menchi (la señora que cocinaba en la casa) que me llevara con mi hermano Damián. Esa noche a las tres de la mañana entraron, personas de civil y se llevaron a mi mamá junto a todos sus compañeros.
Qué edad tenías en ese momento?
Esto fue el 15 de mayo de 1977, yo estaba por cumplir cuatro años.
Nos quedamos solas en la casa, con Menchi. Ella se tomó un colectivo a Coronel Suárez, que era donde vivía y buscó quién podía hacerse cargo de mí. Como nadie quería tenerme viajamos a Rosario en busca de mi hermano. Allí le comentan que debía presentarse en el Juzgado de Menores donde se llevaron a mi madre. Allí la recibió la jueza Pons, conocida por las Abuelas (de Plaza de Mayo) por reconocer que jamás le iba a devolver un niño a las familias de los guerrilleros. El 15 de mayo desaparece mi mamá y el 19 yo ya estaba en el Hogar Leopoldo Pereyra. Pierdo contacto con Menchi.
Estando allí conocí al oficial Hugo Meisner que me llevaba con su familia a pasear los fines de semana. Con ellos me encariñé y ellos descubren que yo tenía padres desaparecidos. Hugo habló con la jueza para que investiguen y ella se opuso. Finalmente me terminan dando en adopción a la familia Sala que estaban en una lista dentro del Movimiento Familiar Cristiano.
Cómo fue ese momento?
El 11 de octubre me vinieron a buscar. El primer recuerdo que tengo de esa época es que me bañaron en una bañadera blanca de mármol, me dejaron impecable y me dijeron que iba a venir una familia a buscarme, que iban a ser mis papás y que me tenía que portar bien.
Yo tenía expectativas, no quería quedarme sola en el Hogar pero a la vez quería estar con los Meisner. Cuando subí al auto me dijeron ´vos ahora sos Carolina´, cómo si no tuviera vida pasada, como si no tuviera mamá y hermano. En ese momento sentí que debía portarme bien para que no me devuelvan.
Tenías cuatro años, eras un niña muy pequeña. Perdiste a tu padre, se llevan a tu madre, dejás de ver a la mujer que te cuidaba (Menchi), te encariñás con una familia (los Meisner) y te dan en adopción a otra (familia Sala), todo en seis meses. Qué pasa en la cabeza de esa nena?
Creo que para preservarme hice un bloqueo de todo eso. El vínculo que tuve con mi mamá fue de mucho amor y eso me preparó para no traumarme para siempre. Mi madre cuando volvía de trabajar, según me contó Menchi, se dedicaba por completo a mí. Hay chicos que nacieron en cautiverio, yo la tuve a mi madre hasta los tres años y eso me protegió.
Atrás quedó Jorgelina, comenzaste una nueva etapa la de Carolina. Cómo fue la relación con esa familia?
Jamás me sentí cómoda, siempre había una tensión y exigencia. Tenía que hacer las cosas bien para no perder esta nueva familia. Mi madre adoptiva perdió un embarazo en el parto, esa nena se iba a llamar María del Valle. Yo siempre fuí como un reemplazo de esa nena, la que se murió al nacer. Ya no era Jorgelina, era Carolina y encima debía reemplazar a María del Valle.
Yo era como una adultita, estaba acostumbrada a mentir, a decir que me llamaba de otra forma, a no hablar de mi familia y a ellos les costaba mucho eso. No sabía cómo tratarme, les generaba mucho malestar. Siempre me sentí culpable, cómo me iba a poner mal cuando ellos hacían todo por mi.
Jamás se te escapó decir que eras Jorgelina?
No, jamás. Ellos me decían que gracias a ellos yo estaba viva, que mis padres fueron subversivos y que podría haber muerto. Luego de contarme eso me decían: y de esto no tenés que decir nada. Lo vivía con mucha angustia porque sabía la verdad pero el cassette estaba siempre prendido con esa historia.
Fuiste una de las primeras nietas recuperadas. Cómo lo viviste?
Tenía 9/10 años, no era consciente de lo que significaba ser nieta restituida. En mi casa de eso no se hablaba, jamás se veía algo en la tele que tuviera que ver con Abuelas de Plaza de Mayo o derechos humanos, estaba prohibido escuchar música nacional o mirar programas que tuvieran que ver con adopción como el de La Familia Ingalls. Me enteré que mi abuela paterna me buscaba pero ellos me decía que estaba loca y que me iba a llevar a Suecia, tenía miedo que me llevaran. No sabía que mi abuela era la buena.
Todo estaba en torno al miedo, no podía viajar sola, llegar tarde, había mucho temor de que mi abuela me llevara. En ese momento el colegio sabiendo lo que pasaba había complicidad con la familia adoptiva. Era un tema tabú.
Hubo un pacto entre mi abuela materna y mi familia adoptiva. Al no tener el apellido de mi padre, por estar en su momento mi padre en forma clandestina, a mi abuela paterna se le dificultaba tener herramientas legales. La restitución significó saber que yo era Jorgelina, nada más.
Cuándo comenzás a llamarte nuevamente Jorgelina?
Cuando murió mi madre adoptiva me permití buscar mi verdadera identidad. En el 2010 tomé contacto con los originales de las cartas que mi abuela paterna me había mandado y que nunca me habían llegado. Ahí es cuando me cae la ficha de que lo mio no había sido una adopción de buena fe. En ese momento estaba terminando unos dibujos para una muestra y haciendo uno en el que yo era bebé, se ven mis ojos mirando a mi madre y siento como la sensación de que mi madre me decía Jorgelina y no Carolina. Fue la primera vez que firmé una obra como Jorgelina.
A partir de ese momento le avisé a toda mi familia, a mis hijos de 5 y 3 años les expliqué que iba a llamarme Jorgelina. Fue un proceso interno que tuve que pasar.
Qué significa el arte en tu vida?
Es una reconstrucción, es la arquitectura de ubicar cada cosa en su lugar. No es lo mismo construir sin saber quién sos. Cuando ubicás una pieza en su lugar todo va a cobrar un sentido diferente. Lo mismo ocurre con la historia, si uno no ubica los distintos materiales donde corresponde eso no tiene consistencia. Se viene abajo, se descascara, no tiene solidez, no tiene estética. Son lenguajes que pude aprender desde lo estético y que me ayudaron en mi historia. Si yo no se quién soy, el de al lado puede que tampoco sepa quién es.
Viajaste a Francia. Cómo lo viviste?
En esta primera etapa viajamos para sensibilizar sobre el tema, muchos no sabían que en Argentina había pasado todo lo que pasó. La muestra la llevamos el año que viene, la expondremos en Limoges en el 2015.
Alguna de tus obra te define?
Pasé por muchas etapas. Una fue cuando firmé por primera vez como Jorgelina, fue un quiebre en mi vida. Después son las últimas que hice, la diferencia entre el Carolina y el Jorgelina. El “Carolina” era todo prolijito, el cuidado, lo cuadrado, lo lineal y el “Jorgelina” es un estallido de color, movimiento, fuerza, líneas curvas, color al máximo de saturación. Me daba miedo mostrarme tal cual era y finalmente pude mostrar quien soy.
Terminada la entrevista abracé con toda la fuerza a Jorgelina y tenía la sensación de estar abrazando a aquella pequeña llena de sueños y rodeada de amor. A esa nena que un Estado le robó su futuro, el amor más importante en la vida de un chico que es el amor de sus padres y que, como pudo, encontró las herramientas para construir su historia y recuperar quien es, Jorgelina.