OPINIÓN
¿Patrimonio de la Humanidad? Una vez más, los isleños son convidados de piedra en su propia casa
Por José Beccar Varela*
La última semana corrió la noticia de que el intendente de Tigre, Julio Zamora, presentará un proyecto para que las islas de la primera sección sean declaradas por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad”. Si bien no conocemos los detalles de esta iniciativa, sí sabemos que ningún isleño ha sido consultado sobre este proyecto. El Delta pasaría a ser de toda la humanidad, menos de quienes lo habitan. El municipio de Tigre continúa sordo al reclamo más insistente de parte de la comunidad isleña: que se la escuche y se la consulte a la hora de accionar en el territorio insular.
Sin embargo, como ocurrió con el Plan de Manejo del Delta, todo queda en escritorios y reuniones entre arquitectos, urbanistas, biólogos y prestadores turísticos. La semana pasada, en el Club Regatas la Marina, Zamora expresó: “Mediante un esfuerzo conjunto de la Universidad de Buenos Aires, presidentes de los clubes naúticos y el apoyo del Municipio de Tigre, se presentará un proyecto para declarar al Delta como Patrimonio de la Humanidad”. Clarito: universidad, clubes, políticos, ningún vecino isleño.
Por su parte, la Arquitecta María Elena Amaya destacó: “La idea de postular al Delta como Patrimonio de la Humanidad surgió en la carrera de especialización de Patrimonio Cultural en la Facultad de Arquitectura de la UBA. Barajamos diferentes espacios pero el Delta cobró fuerza por su paisaje y su relación con el remo. Existe sucesión de clubes de diferentes colectividades, agrupados y trabajando en un mismo deporte. En un espacio acotado confluyen bioma y cultura y eso denota modernidad”. ¡Modernidad!
La arquitecta lo confiesa: La idea surgió en “la carrera de especialización de Patrimonio… etc”. No sabemos de muchos isleños que estén cursando en esa alta casa de estudio, ni que allí los profesionales y alumnos estén muy angustiados por los problemas que hay en la isla ni que se debatan permanentemente las contrariedades de la comunidad isleña, más bien, presumimos que en esos ámbitos se ignoran por completo las peripecias del junquero a la hora de vender sus mazos al acopiador, los inconvenientes que la normativa de construcción trajo a los carpinteros y albañiles, el ahorcamiento impositivo de los quinteros, la malísima situación del transporte fluvial, o la lamentable escena que presentan las escuelas isleñas.
Tampoco se ha pronunciado al respecto la licenciada Leticia Villalba, responsable de la Unidad Ejecutora del Plan de Manejo, ni sabemos si estas tres ordenanzas votadas el año 2013 serían compatibles con los principios de la UNESCO a la hora de declarar Patrimonio de la Humanidad a un territorio.
La página oficial de UNESCO dice así sobre los lugares que han recibido este estatus: “La Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO es un legado de monumentos y sitios de una gran riqueza natural y cultural que pertenece a toda la humanidad. Los Sitios inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial cumplen una función de hitos en el planeta, de símbolos de la toma de conciencia de los Estados y de los pueblos acerca del sentido de esos lugares y emblemas de su apego a la propiedad colectiva, así como de la transmisión de ese patrimonio a las generaciones futuras. Es por ello que, al ser también los monumentos y los sitios lugares de desarrollo sostenible y de reconciliación, la UNESCO interviene activamente y coordina las acciones de sus socios administrando la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural”.
En la actualidad, 9 lugares han sido declarados Patrimonio de la Humanidad en la Argentina, entre ellos la Quebrada de Humahuaca y las Misiones Jesuíticas. Por experiencia de personas conocidas que viven en esas dos regiones, sabemos que esta medallita colgada en el cogote de estos sitios sólo ha servido para que los prestadores turísticos –nunca nativos de allí sino inversores de otra región- aumenten su cachet y la concurrencia de visitantes crezca exponencialmente. Es sabido también que de inmediato aparecieron los abogados y escribanos con títulos de propiedad truchos a desalojar personas o comunidades de las tierras que históricamente habitaban para suplantarlos por mega emprendimientos turísticos.
Muchas dudas quedan entonces sobre esta situación, y la desprotección total en la que quedaría el isleño en su propia casa. En las islas de la segunda y tercera sección, la Reserva de Biósfera, un estatus menor de la también siempre presente UNESCO, funciona hace años sólo como un factor de márketing del municipio de San Fernando. Allí se cuenta con barrios privados que han alterado gravemente el funcionamiento de los humedales, no existe control sobre los endicamientos y movimientos de suelo que hacen algunos grandes productores, el proceso de concentración de la tierra en pocas manos se acelera dramáticamente, y el despoblamiento ya toma ribetes alarmantes. Ni qué hablar de la inseguridad por aquellas desolaciones. El guardaparque fue despedido por denunciar la precaria situación en la que se encontraba, las reuniones del Comité de Reserva de Biósfera –cuando se hacen- son sólo para la foto porque no se discuten los verdaderos problemas ni se aportan soluciones reales. No hay forma de hacerse de combustible, el fomento de la economía regional para diversificarse de la forestación es inexistente, y los ríos están completamente tapados por lo que la escasísima producción del isleño no se puede sacar.
Esperamos que las autoridades, tanto de Tigre como de San Fernando, antes de pensar en los beneficios políticos que el marketing que se hace con las islas les reporta, de una vez por todas oigan el principal reclamo: escuchen al isleño, aprendan de él y consulten sobre todo lo que quieran hacer en las islas, porque la verdad, la verdad, sólo crece desde el pie.
* Periodista y escritor. Director del periódico Boletín Isleño.